sábado, 20 de noviembre de 2010

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Subir. Subir. Subir. Subir para bajar. Como una frágil burbuja de jabón. Subir para estallar. Y volver a bajar. Hacía mucho que no perdía el control. Demasiado. Demasiadas tonterías del tamaño de un grano de arena que se han convertido en una pirámide digna de adoración. O no. Mejor dejarla derrumbada. Tengo mucho tiempo por delante para seguir creando pirámides. El caso es que no quiero ser egipcio.


Y tal vez, así deje de subirme por las paredes...

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