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Subir. Subir. Subir. Subir para bajar. Como una frágil burbuja de jabón. Subir para estallar. Y volver a bajar. Hacía mucho que no perdía el control. Demasiado. Demasiadas tonterías del tamaño de un grano de arena que se han convertido en una pirámide digna de adoración. O no. Mejor dejarla derrumbada. Tengo mucho tiempo por delante para seguir creando pirámides. El caso es que no quiero ser egipcio.

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No son las mañanas ni las noches, es despertarme o acostarme contigo.
No son las fotos ni los recuerdos, es todo lo que hice contigo.
No es pasarlo bien ni hacer grandes cosas, es sonreír contigo.
No son las palabras en portugués ni la gente, eres tú.
No son los paisajes ni los monumentos, eres tú.
No son las vacaciones lo que echo de menos, simplemente eres tú.

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Ya termina el verano. ¿Motivo de pena? No. Motivo de alegría. Dejemos aparcado el calor sofocante y cambiémoslo por una suave brisa nocturna. Dejemos el tiempo libre y sustituyámoslo por algo provechoso que hacer. Dejemos la soledad y démonos un respiro en otro lugar, en otro país. Nuevos paisajes y nuevos aires. Nuevas emociones y nuevas historias que contar. Siete días... y encontraré la paz.

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Es curiosa la forma en como a medida que avanzo en el tiempo voy perdiendo amigos. Muchos conocidos que me saludan por la calle. Muchos otros que hacen ver que nunca me han visto antes. Otros con los que pierdo el contacto y no sé más de ellos. Y otros que empiezan a decaer en su escala de amistad. Echo de menos los momentos pasados. Echo de menos la gente y el tener algo que hacer cada día. Maldita sea, quiero huir de esta pequeña ciudad.